El pasado viernes asistí a la jornada anual de la Fundación Manantial sobre atención integral a personas con enfermedad mental. En esta ocasión el título era “Escuchando a los usuarios”. El salón de actos de Caixaforum estaba a reventar con un público compuesto por usuarios, profesionales y familiares. Tras las presentaciones institucionales lo siguiente según el programa era la conferencia inaugural, pero sucedió algo imprevisto: un hombre bien trajeado subía al escenario y se ponía a dar vueltas sin decir nada. Tras el desconcierto inicial –en semejante “ambiente” uno puede esperar cualquier cosa- se fue desarrollando una estupenda representación a cargo de la compañía Geometrance, que terminó con los actores y actrices mezclándose con el público y preguntándonos: ¿Tú eres normal? ¿Hay alguien normal en esta sala?… Lo cierto es que nadie dijo “sí”.
Lo normal en el pueblo donde vivo es desplazarse en coche para recorrer una distancia que a pie puede hacerse en cinco, diez o quince minutos a lo sumo. Lo normal es que el comercio local vaya desapareciendo porque la gente realiza sus compras en las grandes superficies atestadas de productos estratégicamente colocados para hacerte caer en la cuenta de que necesitas cosas en las que ni siquiera habías pensado. Normal empieza a ser que te cruces con alguien paseando por algún camino y te esquive la mirada evitando el saludo. También es normal destruir el hábitat de una colonia de conejos que llevaba años viviendo con nosotros y saludándonos al pasar, para desdoblar la carretera de acceso al pueblo y favorecer el paso de los coches.
Durante muchos años me he sentido “anormal”, porque mi sensibilidad, mis valores y mis prioridades tenían muy poco que ver con los de la cultura dominante. Y, sin embargo, no creo que sean particularmente estrafalarios, porque me parece que apelan a lo más valioso y auténtico del ser humano, que es su capacidad de abrirse al otro, acogerlo y aceptarlo tal y como es. Somos fundamentalmente seres en relación, como la misma naturaleza y el planeta que nos acoge. Pero no es lo mismo relacionarse desde la horizontalidad que desde la verticalidad. Ni hacerlo desde el dominio que desde la cooperación. Las consecuencias son muy diferentes. Dice Leonardo Boff que “conquistamos de más y cuidamos de menos”. Y así nos va. Y añade una propuesta de fundamentos para un nuevo paradigma civilizatorio: “la sensibilidad, la cordialidad, el cuidado, llevados a todos los niveles, con la naturaleza, en las relaciones sociales y en la vida cotidiana pueden cimentar, junto con la razón, una utopía que podemos tocar con las manos porque es inmediatamente practicable”.
Yo creo que desde la ecología política podemos ir dando pasos hacia ese nuevo modelo de sociedad. Y así ir modificando los contenidos de la “normalidad”.