El hambre, un problema de voluntad política

Texto ofrecido por el autor.

Discurso de José Esquinas Alcázar en la entrega de Premios FAO España 2012, tras recibir el Premio a su Trayectoria Personal

Majestad, Presidente del Congreso de los Diputados, Señora Ministra, Director General de la FAO y Director General de la Fundación La Caixa

Para mí es un honor y una enorme satisfacción el poder hablar en este foro, el poder lanzar un grito de rabia y de dolor contra el hambre. Antes quiero agradecer este premio, en nombre de todos los premiados, y quiero agradecer también a muchos de nuestros familiares y  amigos  aquí presentes, el  que nos  hayan ayudado constantemente en nuestra labor y en nuestro trabajo. Yo, por mi parte, puedo decir que sin ellos no sería nadie.

Hablaba antes de un grito desesperado… desde que ha empezado este acto han muerto como consecuencia del hambre en el mundo más de dos mil personas. Cada día, hoy mismo, mueren de hambre cuarenta mil personas en el mundo. Y ese mismo día, hoy, gastamos en armamento cuatro mil millones de dólares. Creo que la primera cifra muestra que el hambre es la mayor pandemia de la humanidad; la segunda es, probablemente, una muestra de la mayor vergüenza de la humanidad. Por otra parte, el problema es, quizás, más grave, porque el hambre no se debe a la falta de alimentos sino a la dificultad de acceder a los mismos.

Un presidente de los EEUU, el señor Kennedy, en el año 63, en el primer Congreso Mundial de Alimentos, dijo: «En nuestra generación tenemos los medios   y la capacidad de eliminar el hambre de la faz de la Tierra —su generación era la del 63

—, solo necesitamos la voluntad política de hacerlo”. Imaginemos esto hoy… La voluntad política de hacerlo…

Yo amo a la FAO, he trabajado durante treinta años para ella y amo sus ideales. A veces dicen que cómo es que la FAO en todo este tiempo —se creó hace más de sesenta años— no ha eliminado el problema del hambre. Os doy una cifra: el presupuesto ordinario de la FAO de dos años es el equivalente a lo que dos países desarrollados gastan en comida para perros y gatos en una semana. Y el presupuesto de diez años es el equivalente a lo que el mundo gasta en armamento en un solo día. Es cuestión de prioridad política y humana. Yo creo que es cuestión de resucitar a la hermana pobre de la Revolución Francesa: la fraternidad, que junto con la libertad y la igualdad, forman los tres pilares sobre los que cambió el destino del mundo en aquella época.

Majestad, cuando uno mira atrás y comprueba que no hemos sido capaces de actuar con eficacia, en nombre de esa fraternidad, de esa solidaridad o de ese amor, de esos grandes valores… Pensemos entonces que para nuestra generación el asunto de la seguridad alimentaria, el tema del hambre, es una cuestión de seguridad mundial. Las cosas han cambiado: antes podíamos permitirnos que hubiera hambre en una parte del mundo, sin que afectase a otra. En este momento, no. Recordemos que el hambre y la pobreza son el principal caldo de cultivo de la inmigración y de la violencia internacional. Ya hemos dicho antes que el hambre no es contagiosa, no, pero es peligrosa.

La crisis alimentaria del 2008 y el encarecimiento de los productos alimenticios provocaron revueltas callejeras en más de sesenta países, y la caída de varios gobiernos. La nueva subida del precio de los alimentos el año pasado es una de las causas profundas, como reconocen los analistas, de las revueltas en los países árabes. Bienvenida sea la Primavera Árabe, desde otro punto de vista, pero no olvidemos que la causa de todo ello está en el hambre y en la pobreza. Erradicar el hambre en un mundo globalizado e interdependiente, en nuestra pequeña Aldea Global, en nuestra generación, en este momento, en el siglo XXI, no es una opción, es una necesidad imperiosa si queremos tener un futuro. No se pueden poner puertas al campo.

Estamos en una pequeña astronave, la aeronave Tierra, estamos ahí, literalmente dando vueltas, con unos recursos limitados y perecederos; con una interdependencia cada vez más grande. Si se hace un agujero en esa astronave, o en esa nave, o en ese barco, y se hunde, da igual que el agujero se haya producido en la India, en África, en EE.UU. o en España, nos hundimos todos. Nuestros destinos están unidos, el destino es común: o nos salvamos todos o podemos perecer juntos. Yo creo, honestamente, Majestad, aunque parece una contradicción, que el hambre hoy es un lujo que no podemos permitirnos.

Por otra parte, no es solamente salvar la nave, hay otro tema tan importante o más: ¿a dónde va esa astronave Tierra?, ¿hacia qué futuro estamos caminando? Un futuro que, sin duda, depende de nosotros. Ya en los años 20, Teilhard de Chardin decía: «El hombre ha tomado en sus manos el volante de la evolución». Si eso era verdad, entonces imaginaos en nuestros días. Ahora estamos controlando la selección de todos los seres vivos del planeta, estamos dirigiendo las cosas en la dirección que queremos. Y sobre esto, permítame Majestad que recuerde un chiste de mi niñez: El piloto de un avión informa a sus pasajeros: «Nos hemos perdido, pero no se preocupen, mantenemos una velocidad excelente».

Aquí estamos, Majestad, pasajeros del planeta Tierra, corriendo mucho para superar la crisis y para superar todas las crisis y para poder crecer pero ¿en qué dirección estamos creciendo?, ¿en qué dirección estamos corriendo? Es, yo creo, imprescindible pararse un momento para decidir dónde estamos y adónde vamos. No podemos permitirnos que esa aeronave Tierra sea un barco o un avión a la deriva, es preciso marcar un norte o, quizás, un sur.

Contamos con poderosos instrumentos, como son el mercado, la banca, la ciencia, la tecnología. Son poderosos instrumentos, pero solo instrumentos; no son ellos los que tienen que marcar el rumbo. El rumbo lo tienen que marcar los valores, la ética, la política, la moral, la humanidad, y es nuestra generación la que tiene esa tremenda responsabilidad. Otras no la han tenido. Estamos viviendo una generación maravillosamente interesante, pero eso nos da una responsabilidad mucho mayor de la que han tenido las demás. No tenemos que confundir entre lo que podemos hacer. Podemos hacer casi todo, y lo que debemos hacer: correr mucho pero… hacia allá, hacia allá o hacia allá. ¿Qué tipo de futuro queremos para nuestros hijos?

Eso me lleva inexorablemente a un tema crucial: a la gobernanza mundial. No es posible que ya sea el G8 o el G20, ni siquiera el G200, Naciones Unidas… La responsabilidad es de todos y hay que construir —es un nuevo reto— una nueva gobernanza mundial. Vamos a construirla, no desde cero, sino desde elementos que ya tenemos. Creo que, y permitidme soñar, la constitución de esa gobernanza mundial tiene que basarse en algo ya consensuado: la Declaración Internacional de Derechos Humanos. Y recordad que el derecho humano a la alimentación es, a mi juicio, el más importante, porque sin él no existen los demás. El foro de debate, las Naciones Unidas, la FAO, son hoy más importantes y necesarios que nunca, no se puede vivir sin multilateralidad.

Creo que también es necesario completar ese foro de los gobiernos, que en su propia Constitución comienza diciendo: Nosotros, lo pueblos del mundo, establecemos las Naciones Unidas para sustituir de una vez y para siempre la lucha armada por la palabra y el diálogo. Nosotros los pueblos del mundo…, realmente es un foro de gobierno, que creo que debe ser complementado con el foro de los pueblos. Perdonad si es muy osado hablar de un Parlamento Mundial. De hecho, tengo que felicitar a la FAO porque en el Comité de Seguridad Alimentaria ya ha establecido mecanismos que permiten ese diálogo y ese papel de la sociedad civil de los pueblos del mundo acompañando, naturalmente, a los gobiernos.

Hay que redefinir el objetivo de la constitución de esa gobernanza mundial: es el desarrollo, pero ¿qué es desarrollo? Es muy importante que no confundamos desarrollo con crecimiento económico y que lo redefinamos pensando que es conseguir felicidad y desarrollo humano. Quizás desde ese punto de vista consideraríamos que el consumo no es tan importante. En Naciones Unidas, en 1999, un país hizo una propuesta en Nueva York: sustituir el PIB, Producto Interior Bruto, por el FIB, Felicidad Interior Bruta. Muchos se rieron, pero se creó una comisión para estudiar esa posibilidad. Esa comisión estableció un baremo, unos indicadores de ese FIB y ¿sabéis lo que pasó cuando se aplicaron los indicadores? El país más desarrollado del mundo era Bután. Depende del tipo de indicadores que tengamos para medir el grado de desarrollo y de cómo definamos desarrollo.

Creo que acabar con el hambre en el mundo es la responsabilidad de todos y cada uno de nosotros. Quisiera hacer unos llamamientos a las autoridades aquí presentes. Majestad, para mí, el tema del hambre, tan ligado a la seguridad mundial, tiene que ser un tema de política de Estado de los gobiernos, y, como tal, ser tratado. Al gobierno de España quiero felicitarle por una iniciativa a mi juicio muy bonita y muy importante del Ministerio de Defensa. El desarrollo dentro del Instituto Español de Estudios Estratégicos de unos cuadernos de diálogo, un libro, cuyo título es «Seguridad alimentaria y seguridad global», en reconocimiento de que esto es así. También en el caso del Gobierno, me apena que el tanto por cierto destinado a la ayuda al desarrollo se haya reducido a la mitad, no sólo en España, sino también en otros países. Entiendo perfectamente que en época de “vacas flacas” la ayuda sea menor porque disminuye el PIB. Aun manteniendo el porcentaje se reduce la ayuda. Pero reducir el porcentaje me parece injusto. No olvidemos que la crisis nosotros la pagamos en parados, pero ellos la pagan en muertos.

Señor presidente del Congreso de los Diputados. A mí me preocupa también el hambre en las generaciones futuras, me preocupa cuánto estamos consumiendo, destruyendo a veces, abusando de los recursos naturales limitados y perecederos: aire, agua, tierra, biodiversidad, energía. Aquí hay un problema con las generaciones futuras: que no votan y no consumen, por tanto, su interés no está suficientemente tenido en cuenta en nuestro sistema democrático o en nuestro sistema económico. Algunos países están considerando una decisión trascendental: el crear la figura del ombudsman de las generaciones futuras, el defensor de los intereses de las generaciones venideras, cuya función es, cada vez que hay una nueva ley, un nuevo reglamento, una nueva iniciativa, decir: «¿Cómo afecta esto a los que yo represento, las generaciones que van a venir?». Tenemos que dejarles no solamente un mundo vivible, sino, además, opciones para decidir sobre su futuro.

Señor Director General de la FAO, usted tiene un reto muy importante. Tiene cuatro años frente a usted en una época única, como he dicho, y donde no solo la construcción de la gobernanza mundial, sino también es preciso llevar la acción de la FAO al terreno político manteniendo el terreno público. Hay que concienciar y, hablando de concienciación, quiero también dirigirme a los medios de comunicación: sois los que tenéis en las manos la capacidad de informar y de hacer que esa conciencia colectiva se cree y que esa acción se desarrolle.

Quiero terminar recordando a Gandhi, una persona sola, desarmada, que consigue cambiar los destinos de su país, uno de los más grandes del mundo, la India. Él dice:

«La Tierra tiene recursos suficientes para satisfacer las necesidades de todos pero no la avaricia de algunos».

por José Esquinas Alcázar

Ingeniero agrónomo, ha trabajado 30 años en esta institución