«SesióndeControl» – No son momentos de movimientos tácticos, ni de brindis al sol. Son momentos de dar la vuelta a un sistema político e institucional blindado y que opera en contra del bien común.
Últimamente abundan llamamientos y propuestas de unidad de la izquierda que, bajo distintos nombres, formulan propuestas parecidas: frentes, bloques o ‘Syrizas’ son algunos ejemplos. Aunque parecen aspirar a una cierta innovación, en la práctica proyectan más una opción en términos de representación electoral que un verdadero compromiso para la recuperación de la política, cuestión en la que hoy por hoy llevan la delantera fundamentalmente las iniciativas ciudadanas u otras opciones políticas no vinculadas a los partidos con representación institucional de las últimas décadas.
Estos llamamientos parten de la lógica de los partidos políticos del siglo XX y tienen una visión de suma de siglas, a las que se añaden, en el mejor de los casos, tímidas propuestas de mayor participación, transparencia o de procesos de elección abiertos a la ciudadanía con la idea de “civilizar” los aparatos de los partidos.
Sin embargo, los ciudadanos hoy ya están construyendo mecanismos de intervención directa y se han organizado en distintas causas y movimientos. Es el caso de las mareas ciudadanas, la PAH, el 15M, el 25S o Juventud sin futuro, que no contemplan como única opción la delegación en la democracia representativa asentada en los oligopolios de los partidos.
Estas propuestas permitirían sin duda mover y mejorar porcentajes de voto, y ciertamente esto no es una cuestión menor, pero es insuficiente para construir mayorías sociales para un proyecto capaz de descontaminar la política y poner en el centro de la acción el bien común.
La situación necesita que olvidemos por un tiempo la aritmética electoral y empecemos a hablar de la otra dimensión de la política. Aquella capaz de recoger las mejores tradiciones del republicanismo español: libertad, justicia, educación, igualdad y derechos para todos los ciudadanos. Sumarle la “revolución” que ha surgido de la indignación con verdaderas iniciativas y mareas ciudadanas que han reaccionado ante la ocupación por los “poderes constituidos” de los espacios institucionales que debería garantizar el interés común. Con ello incorporar -además- la urgencia de cambio de modelo de desarrollo, que tenga en cuenta los límites del planeta y el acceso universal e igualitario a recursos esenciales.
No se trata pues de alianzas puntuales. La crisis es demasiado profunda y la contaminación de la política demasiado escandalosa para aplicarle recetas “reformistas” a un modelo de partidos cerrados, bloqueados, que han convivido durante estos años con instituciones producto de la misma lógica.
Se trata de entender que los llamamientos sin hacer autocrítica impiden analizar las causas y las responsabilidades de unas prácticas que nos han conducido a un lodazal impracticable. Se trata de asumir, como diría Ramoneda, que los instrumentos políticos están muy averiados y se deben reparar antes de dar un paso adelante.
No hemos llegado a este nivel de deterioro tan brutal por una única causa, y la superación tampoco se basa en certezas únicas e inamovibles. Hoy la verdadera dificultad no está tanto en un acuerdo programático de mínimos como en comprometer una revolución metodológica que una parte importante de los que están formulando propuestas y llamamientos pasan por alto.
No obstante, esta reflexión no impide plantear alternativas y trabajar para compartir elementos básicos de reparación y recuperación de la política. Lo fundamental en este momento es incorporar nuevas propuestas y compromisos capaces de traducir la diversidad y el pluralismo de las izquierdas, de partidos ecologistas, de partidos internet o iniciativas ciudadanas en la construcción de espacios de cooperación política.
Esto implica en la relación de todos estos espacios diversos pasar de la confrontación a la cooperación, de los bloques a las redes y de las casas comunes a las causas comunes. Un método y unos compromisos que valen también para el proceso constituyente que muchos reclamamos y que en nuestro caso, desde Equo, queremos compartir con otras propuestas, iniciativas y con los ciudadanos.
Si de estas experiencias de cooperación se vislumbra más adelante capacidad para plantear la concurrencia electoral, hay que empezar a revisar y modificar los modelos de alianzas electorales de suma de siglas y trabajar en asambleas ciudadanas propuestas y criterios para la articulación de candidaturas ciudadanas.
No podemos olvidar que formular viejas propuestas para articular algo nuevo no suele funcionar, más que nada por aquello de que “si quieres que las cosas cambien , no hagas siempre lo mismo”.