No es la economía, es la ética

Estamos en medio de una gran crisis económica, política, social, ecológica… pero las noticias se centran sobre todo en la economía. La prima de riesgo se ha convertido en la gran protagonista del drama, seguida de cerca por el PIB, el déficit, la deuda… Todo muy técnico para que nuestros acreedores nos puedan imponer, sin muchas protestas, un cambio en el modelo económico y social, celebrado con alegría mal disimulada por el gobierno del PP. 

Pero apenas se va más allá, al fondo de la cuestión: ¿qué hay detrás de esta crisis? ¿por qué somos casi el peor país del mundo a la hora de superarla? Quizás habría que buscar más en el interior de la sociedad, en la ética y los valores de la sociedad española. Se nos vende que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, pero yo diría que se ha especulado por encima de nuestras posibilidades, que se ha robado por encima de nuestras posibilidades, que se han cobrado comisiones por encima de nuestras posibilidades, que se ha buscado el dinero fácil y rápido por encima de nuestras posibilidades… 

En un mundo globalizado, en el que intentamos ser parte del club de los ricos, con un sistema económico que fuerza la competencia por los recursos hasta el límite, quizás habría que revisar la ética y los valores de la sociedad española antes que la economía, si queremos tener una cierta calidad de vida. El asunto viene de lejos; probablemente esté enraizado en nuestra cultura. Veamos unas pinceladas con cierta perspectiva, aunque no es bueno ni justo caer en tópicos ni en generalizaciones, pero quizás nos pueden dar una idea de la ética y los valores de nuestra sociedad. 

En el siglo XVI, llegaban ingentes cantidades de oro de América a España, pero tal como llegaba se gastaba. El lujo y las apariencias obligaban a gastar más de lo que se tenía. Para ello, incluso se contraían deudas con los banqueros europeos. Por otro lado, los que contaban con medios económicos, en lugar de hacer inversiones productivas en la agricultura, el comercio o la artesanía, tendieron a buscar el medio de ennoblecerse, adquirir tierras y vivir a la manera noble, es decir, sin trabajar. 

Se extendió el rechazo a los trabajos manuales, considerados “viles”, que manchaban el “honor” y la “dignidad” de aquel que los ejercía. Por eso casi todo se fabricaban fuera de España, y allí iba a parar la riqueza. Poco a poco se fue acentuando la tendencia a vivir de rentas, como caballeros, hasta llegar a la situación que describe Cellorigo a finales de la centuria: España se ha convertido en una «república de hombres encantados» en la que pocos trabajan y producen, y muchos gastan lo que no tienen. 

A finales de ese siglo, las Cortes declaraban: «Cuanto más [oro] llega, menos tiene el reino […]. Aunque nuestros reinos deberían ser los más ricos del mundo […] son los más pobres, porque sirven sólo como puente para que [el oro y la plata] vayan a los reinos de nuestros enemigos.» 

Por otro lado, la reforma protestante, que apenas llegó a España, favoreció un desarrollo más fuerte de los valores de  responsabilidad, honradez, disciplina, trabajo… en el norte de Europa, frente a nuestra  tradición católica que ponía el foco sobre todo en el más allá. 

De modo que en el siglo XVII nuestras costumbres y hábitos no cambian mucho, pero se acentúa la crisis ya que disminuyen las remesas de oro que llegan de América. 

Si damos un salto hasta principios del siglo XIX, parece que los valores de nuestra sociedad no han mejorado mucho. Podemos ver una crítica a través del famoso artículo de Larra Vuelva usted mañana, donde se muestra en todo su esplendor uno de los pecados más extendidos en la sociedad española de esa época: la pereza.

¿Y cuál es la situación de la sociedad española a comienzos de nuestro siglo? Parece que la historia se repite, nuestros valores no han cambiado mucho. Si en lo apuntado más arriba sobre el Siglo de Oro cambiamos el oro de Las Américas por el capital de los bancos extranjeros, y la tierra por los ladrillos, parece que las cosas no han cambiado sustancialmente: búsqueda del dinero fácil y rápido especulando, ausencia de visión de futuro, nuevos ricos que no invierten en industrias productivas sino que quieren vivir del alquiler de los ladrillos, consumo masivo de coches caros fabricados por empresas extranjeras, clase política corrupta que cobra comisiones obscenas, empresas que se llevan el dinero a paraísos fiscales…

Y todo esto desemboca en la crisis actual, de la que no se ve salida posible.

Por otro lado, a partir de los 80 del siglo pasado, comienza la invasión económica y cultural neocon, con su individualismo, su libre mercado, su aversión a la redistribución de riqueza… que está acabando con uno de nuestros valores: la solidaridad.

Si unimos estos fenómenos: la crisis, la percepción de corrupción generalizada, la falta de valores… llegamos a que algunos sectores de la sociedad perciban más justo y efectivo el funcionamiento del mercado capitalista que el del estado de bienestar, y se están tambaleando sus cimientos. A esto ayudan los enormes intereses económicos, que se aprovechan de que un caso de corrupción política tiene mil veces más influencia en la sociedad que un análisis serio del comportamiento insostenible e insolidario de la economía de mercado neocon.

Esto nos lleva a una situación surrealista en la que nos están imponiendo un modelo económico que nos lleva a perder derechos, a trabajar muchas más horas con unos salarios mucho más bajos, a acabar con el medioambiente, con la solidaridad… Y donde seremos más pobres, la productividad seguirá siendo muy baja y nuestra economía seguirá siendo débil porque los valores de la sociedad no han cambiado.

Por ello es vital hacer una segunda transición en España, un nuevo pacto social en el que se cambie a fondo el sistema de partidos, se garanticen nuestros derechos, se promuevan nuevos principios de sostenibilidad económica y medioambiental en la sociedad, se revitalice el valor de la solidaridad, la honradez, la responsabilidad, el trabajo… Y en esta línea se plantea la propuesta de EQUO para reiniciar la democracia. Es el momento.

 

 Juan Luis Ballesteros
EQUO Madrid Ciudad Este