ARBORICIDIO: UN ESLABÓN MÁS

 Carlos M. Ozcáriz

Hace menos de un mes, el 8 de junio, a través de una compañera que vive cerca, nos enteramos de que el Ayuntamiento de Madrid –Junta Municipal de La Latina- había colocado unos carteles en los troncos de 11 acacias en el Paseo de la Ermita del Santo, justo enfrente del Centro Comercial del mismo nombre. Los carteles avisaban con una acelerada premura de tiempo de la tala de esos 11 ejemplares de sephora japonica por razones de seguridad vial, “al haberse observado podredumbres y oquedades en sus troncos que podían suponer un riesgo por su caída a la vía pública”.

Yo mismo me pasé al día siguiente por ahí con la cámara de fotos, con la intención de comprobar la veracidad de tal anuncio. Me sorprendió ver que, aun existiendo -como decían los carteles- oquedades en la parte alta de sus troncos (y no en todas) estas, a priori, no parecían ofrecer riesgos de desprendimiento o caída. Lo que más me sorprendió es que tales oquedades también aparecían en la mayor parte de ejemplares de acacia de la acera de enfrente. Y estas no estaban alertadas ni comunicadas como riesgo alguno.

Enseguida me di cuenta de lo que nuestra compañera Beatriz nos había apuntado al avisarnos del anuncio de dicha tala. En realidad todo parecía apuntar a que los intereses del Centro Comercial tenían bastante que ver en esa “condena” de tan bellos árboles. ¿Más visibilidad del Centro? Bien podría ser esta la causa de tal insólito anuncio.

Acacias vivas

Paseo de la Ermita del Santo con las acacias vivas dando sombra al Paseo

 

Bien visible

El Centro Comercial “bien visible” tras la tala de los ejemplares

Durante el rato en el que estuve fotografiando los árboles condenados, se acercaron a mí varios vecinos interesándose por mis fotos, pues pensaban que yo era periodista. Uno de ellos, ya mayor, me aseguró que los ejemplares de acacia que iban a talar no estaban en tan malas condiciones como para tomar esa medida. Y me dijo: “si lo sabré yo que he sido perito agrícola…” Los vecinos –al menos aquellos que se acercaron- estaban contrariados por la medida en sí y, sobre todo, porque nadie hubiera contado con ellos…. Tampoco les parecía bien un anuncio de ese tipo “a política de hechos consumados”, anunciado con pocas horas de antelación.

Desde EQUO intentamos denunciar esta situación, no sin antes haber pedido la opinión de una persona más experta, quien, al ver el detalle de las fotos, nos aseguró que todo se podría solucionar con una poda de aquellas partes en las que se observaban oquedades. El día 12 de junio EQUO Madrid publicó una nota de prensa denunciando este hecho, que, de todas formas, no iba a ser más que uno más en la ya extensa lista de depredación “arboricida” de este Ayuntamiento. Y es que en los años que el PP lleva gobernando esta sufrida ciudad, las talas indiscriminadas de grandes y bellos ejemplares arbóreos han sido continuas e injustificadas.

¿Qué daño hacen al Ayuntamiento los árboles? Imagino que el mismo daño que le hacemos los ciudadanxs, sobre todo lxs más conciendicadxs con nuestro patrimonio humano y natural. Se trata de una manera de “gobernar” muy adherida a su ADN político: “hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero, porque la mayoría me ha votado, y ya está”.

majestuoso

La más grande del grupo, majestuosa, cuando presidía el Paseo

Los pasados días 25 y 26 de junio se consumó la “condena”, inexorablemente, inmisericordemente, insensiblemente… En esos dos días fueron “borradas” del mapa las hermosas y veteranas acacias que durante tantos años habían regalado su frescor y sombra al Paseo, su verdor y oxígeno a las aves que en ellas anidaban, a las personas que querían mirar hacia arriba y regalarse la vista contemplando sus frondosas copas mecidas por el viento. Era la crónica de una muerte anunciada, que ya escribió García Márquez y que, en nuestra ciudad, se consuma cada día contra árboles, patrimonio histórico, espacios comunitarios, educación, sanidad, derechos laborales… es decir, contra todo y todxs.

testigo

Los restos de la mayor de ellas, quedan como testigo mudo de su presencia ahí durante años

He sentido rabia, lo confieso; rabia e impotencia, una vez más. Reconozco que esta vez esos sentimientos han hecho más “mella” en mí, me han “talado” ese rinconcito de esperanza que llegué a albergar cuando cumplido el plazo, todavía permanecían los viejos árboles en pie desafiando la arrogancia y los oscuros intereses de quienes planeaban su muerte. Los días pasados tras la publicación de nuestra nota de prensa transcurrían tensos. Muchas de esas noches, al llegar a casa, sentía la necesidad de pasar por el Paseo para comprobar que estaban ahí…  y me iba con algo de paz interior a descansar, tras guiñarles el ojo y decirles en susurros: “estad tranquilas, lo vamos a conseguir, vais a seguir aquí donde habéis estado y seguiréis estando, inmutables”.

Pero esos pensamientos y deseos no eran más que una quimera frente al poder de la imposición. Este sábado 29 me pasé de nuevo por el paseo. Ellas ya no estaban; sólo quedaba un inmenso vacío sin sombra bajo el ardiente sol veraniego, la acera casi desnuda rodeando el último vestigio de su antaño señorial presencia: los tocones yacían alineados como los cadáveres de las víctimas tras un fusilamiento. Ellas, que habían ascendido pacientemente, año tras año, en la conquista de la altura, desafiando el asfalto y cemento del suelo, habían sido reducidas a la fuerza, obligadas a postrarse, quebrarse y sucumbir ante la avaricia y el desmán de quienes sólo buscan su provecho en su corta y exigua existencia humana.

Pero, ¿sabéis cuál ha sido el peor sentimiento que esta tala me ha dejado? El de la vulnerabilidad, el de la debilidad, el de la derrota. Gandhi decía que “lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”. Nuestro compa Jacinto tenía razón cuando hace unos días me enumeraba en una larga lista los desmanes que estamos padeciendo la ciudadanía mientras todavía estamos “mirando” sin hacer nada, sin implicarnos… ¿Acaso habría podido el tándem Ayuntamiento/Centro Comercial cometer tal desmán si los vecinos hubieran salido a la calle a defender “sus” árboles? Claro que no; no hubiera podido. Pero la gente ha contemplado impasible este “arboricidio” por encargo, como si del servicio de limpieza se tratara; un menester cotidiano más, carente de mayor interés.

Algo está pasando en nuestra sociedad; quizás la sociedad como colectivo esté aquejada de un mal endémico y crónico de difícil cura: la falta de conciencia, individual y, por ende, colectiva. ¿A quién/es podemos culpar de lo que nos pasa? ¿Cuánto más tiene que suceder para que cada unx de nosotros tomemos conciencia y empecemos a defender “lo nuestro”, lo de todxs?

Más que esperanza, queda la rebeldía, el sentimiento profundo y fuerte que nos sigue moviendo, ya no sé si a pocxs o a muchxs… pero a mí, sí. De dentro me aflora el grito que se transforma en fuerza, en energía, en sentido: “No podrán con nosotrxs, no nos callarán”. Podrán “talar” nuestros derechos, pero no cortarán nuestra voz… hasta que esta voz sea alta, clara, coreada por muchas y muchos más.