La gran mentira

Es curioso cómo una gran y simple mentira puede simbolizar un gran cambio de las condiciones de vida de millones de personas: “There is no alternative”, Margaret Thatcher dixit. La mentira es tan famosa que incluso se ha creado un acrónimo para ella (TINA). Veamos el origen y cómo se ha utilizado sin ningún rubor esta mentira en las últimas décadas.

Manuel Castells (1) nos detalla cómo en los años 70 del siglo pasado, el modelo industrial de desarrollo estaba llegando a sus límites, no lograba aumentar suficientemente la productividad para mantener el modelo de crecimiento. La sociedad no lograba hacer una transición adecuada al modelo de desarrollo basado en el conocimiento que permitiese seguir aumentando la productividad. Y consecuentemente no podía seguir sustentando el crecimiento gradual que se venía produciendo desde la Segunda Guerra Mundial.

Esta situación se agrava con la crisis del petróleo de 1973, lo que lleva a un debate en todo el mundo sobre el futuro del estado del bienestar. El debate termina con las victorias de los conservadores Margaret Thatcher en 1979 y de Reagan en los 80, que apuestan por una de las posibles soluciones propuestas, las tesis de lo que se ha venido a llamar el capitalismo neocon: reducción de impuestos a las rentas más altas y a las empresas, liberalización de mercados, fin de las políticas de redistribución de la riqueza, gran reducción del gasto social… todo en aras del desarrollo de un modelo económico que supuestamente llevaría el bienestar a la mayor parte de la población.

Había muchas otras tesis que planteaban soluciones diferentes para salir de la crisis, por ejemplo los demócratas estadounidenses planteaban en aquella época adaptar el modelo del estado de bienestar a las nuevas condiciones económicas y sociales del momento. Pero ganaron los conservadores, y Thatcher convenció a sus conciudadanos utilizando como slogan “There is no alternative”. No deja de parecer un insulto a la inteligencia, pero el caso es que funciona.

Estas políticas conservadoras estaban basadas en las tesis económicas de Milton Friedman sobre la perfección del comportamiento de los mercados, que nos han acabado llevando a la crisis económica y ecológica actual. Es importante destacar que este modelo económico tiene sus raíces en la cultura anglosajona, en su tradición de individualismo y de realización personal por medio del trabajo y la obtención de riqueza (2). Y es triste ver cómo este modelo se impone, en un claro paralelismo con el colonialismo europeo del siglo XIX, en naciones y culturas con valores y tradiciones totalmente diferentes a los de la cultura anglosajona, utilizando descaradamente  la famosa “There is no alternative”, y con la inestimable ayuda de los enormes intereses económicos que ha generado el modelo.

La segunda oleada en la extensión del capitalismo neocon comenzó en 1989, con la caída del muro de Berlín. Poco tiempo antes, Mijail Gorbachov tuvo una reunión con el G7 donde le pidió dinero para hacer una transición propia hacia la democracia y hacia una economía de mercado en la antigua URSS, podría haber sido un ensayo interesante hacia una nueva economía capitalista, una posible variante del estado de bienestar. Pero al G7 no le interesaban otras propuestas, y no le prestaron ninguna ayuda, “There is no alternative”.

La tercera oleada en la profundización del modelo neocon en España la estamos viviendo en el último año. Es paradójico que la mayor crisis de los últimos cien años, propiciada por un modelo económico, sirva para profundizar en él. Y sigue funcionando el “There is no alternative”, aunque con variantes más ibéricas como “hacemos lo que tenemos que hacer”. Con estos argumentos, tan profundos, se están desmantelando muchos derechos, uno de de los casos más sangrantes es el desmantelamiento de un modelo de sanidad admirado en todo el mundo. Fieles al credo neocon, los responsables de la Comunidad de Madrid reducen los impuestos a las rentas más altas y a las sucesiones, y luego, sin ningún rubor, dicen que no hay dinero para mantener el sistema sanitario y por tanto “There is no alternative” a la privatización de la sanidad madrileña. EQUO Madrid ha desarrollado una gran campaña de oposición a semejante desatino.

Y todo este desmantelamiento de derechos lo llevan a cabo sin proponerlo previamente en un programa electoral, en connivencia con las empresas privadas en las que algunos políticos tienen claros intereses, y sin ningún tipo de consulta a la ciudadanía. ¿Qué legitimidad tienen estos gobernantes para hacer esto? Desde un punto de vista ético, ninguna. ¿Y cómo podríamos calificar un marco constitucional que da legitimidad a situaciones como esta? Lo más constructivo que se me ocurre es caracterizarlo como primitivo. En democracias más avanzadas estas decisiones no se pueden tomar sin convocar a la ciudadanía a un referéndum para que decida. Y en democracias caducas pero con cierta decencia y ética política se convocan elecciones anticipadas donde se plantea el tema.

Ante esta percepción de degradación de nuestro sistema político, económico y social surgen iniciativas interesantes como la de reiniciar la democracia para salir de la crisis que ha propuesto EQUO.

Diversos autores plantean, en el nuevo entorno de la globalización liderado por las nuevas tecnologías, y en el que asistimos a una crisis económica, demográfica, ecológica y política de dimensiones planetarias, que estamos ante una gran crisis de civilización. En medio de una transición a una nueva era que acarreará cambios a todos los niveles. Los ciudadanos y sobre todo los partidos políticos debemos estar a la altura de las circunstancias.

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(1) Manuel Castells. The Network Society. A Cross-cultural Perspective
(2) Max Weber. La ética protestante y el espíritu de capitalismo.

Foto: Martin Fish http://www.flickr.com/photos/marfis75/6782559017/

 

Juan Luis Ballesteros
EQUO Madrid Ciudad Este